Debutó Neymar con el París Saint-Germain, lo hizo con victoria y con la demostración de que asumirá galones un poco diferentes a los que tenía en Barcelona, donde se le exigía más en el regate y para darle amplitud al equipo cerca de la cal. El brasileño se gustó en su estreno galo como pasador desde zonas interiores, con libertad para caer hacia atrás a recibir y torpedear la cerrada defensa del Guingamp. Ofreció soluciones imaginativas a su equipo y ejerció de líder, no se podía esperar menos de un futbolista por el que se pagaron 222 millones de euros. Y rubricó su buena actuación con un gol, el tercero de su equipo para un triunfo que instala al PSG en el pelotón de cabeza de la Ligue 1, donde ya mora con los favoritos, con Lyon, Mónaco, Marsella o el Saint-Ettiene que entrena Óscar García Junyent. «La gente piensa que dejar el Barça es morir, pero estoy más vivo que nunca. Tenemos un gran equipo, la ciudad y el país cambian, pero el fútbol es el mismo», explicó el brasileño tras el partido.
Neymar fue a más en cuanto olvidó la pizarra. Comenzó rigido, como constreñido a entrar en juego apenas cuando la pelota transitara por su radio de acción, una ubicación en la mediapunta tirado a la izquierda. En un dibujo similar al 4-3-3 los supuestos extremos no tenían la misión de trabajar junto a la cal sino hacia posiciones interiores en la búsqueda de conexiones, casi siempre de paredes que derribasen la tupida malla tejida por el Guingamp. Los flancos se supone que eran terreno para los laterales. Pero Neymar creció a medida que buscó otros espacios, en cuanto logró entrar en contacto con la pelota en situaciones que tenían que ver más con la construcción que con la finalización. Desde posiciones más retrasadas se puso a repartir juego y con el balón en los pies sintió que entraba en el partido.
Guingamp no es un territorio amable. En el corazón de Bretaña, ejercen de Asterix futboleros para convertir en realidad el milagro de un club que quiere consolidarse en la elite del fútbol galo, a la que regresó hace cuatro años tras superar un tiempo de tinieblas tras una primera edad dorada en los albores del siglo actual. 7.000 habitantes habitan en Guingamp, más de 10.000 socios y 18.000 asientos tiene el club que representa a la villa, en realidad a una región. Sus futbolistas convirtieron cada acción del partido en una guerrilla, arengados por una afición incansable, replegados, por momentos hasta suficientes ante un rival que de inicio pareció paciente, pero también con un punto displicente.
picante. Se rebeló contra la rigidez inicial que deparó un primer cuarto de hora insulso, apenas culminado por un leve intento de Cavani que se marchó por encima de la portería local. Brotó entonces algún caracoleo del brasileño, alguna diagonal y al fin, superada la media hora, un monumental centro que Marquinhos cabeceó en plancha. La pelota se estrelló con estrépito en el palo. Fue esa casi toda la producción del París Saint-Germain ante la meta rival durante la primera parte. El gol que abrió el partido llegó más por insistencia que por fútbol, más por suerte que por mérito. Neymar volvió a enganchar desde la medular y generó un incendió al que la zaga local echó gasolina y que acabó con una cesión entre los tres palos del zaguero Ikoko a la que no pudo llegar el portero. Así queda para la historia que la noche del debut de Neymar en el PSG y en la Ligue 1 el primer gol del equipo parisino lo marcó un canterano de su vivero en propia meta.
Guingamp la temporada pasada cuando salieron derrotados en un partido de idéntico corte. Cualquier miedo acabó de disiparse cuando Neymar y Cavani conectaron para marcar el segundo gol. Ejerció de lanzador el brasileño, acomodado en ese rol, magnífico en un pase entre líneas al espacio para dejar al uruguayo mano a mano. El charrúa le acabó por devolver el favor para habilitarle en el tercer gol. Siempre pareció que se entendieron. «Estamos conociéndonos y vamos a mejorar», garantiza Neymar.
Fuente: elpaís.com