«Siempre estaré ahí para ayudar a Simeone», sostenía Antoine Griezmann en la previa de la final de la Europa League, hace ahora tres meses. Con la afición y el club rojiblanco (incluso el Barcelona) pendientes de su futuro, de esa decisión que desvelaría un mes más tarde. Sin embargo, lo que siempre tuvo claro es su fidelidad al técnico argentino. Una conexión emocional que es poco menos que un pacto de sangre. El agradecimiento casi eterno por haberle impulsado hasta el escalón en el que se halla en este momento. Su papel en el derbi de mañana será clave para poder asomar la cabeza entre Messi y Cristiano Ronaldo y hacerse con el Balón de Oro.
Antoine pisará el césped del minimalista Le Coq Arena de Tallin (sólo 15.000 espectadores) en pleno arranque de su pretemporada. Con sólo media hora del amistoso ante el Inter (donde llevó el brazalete), una semana a las órdenes del Profe Ortega y apenas cinco días junto a Simeone. Lo táctico, con Diego Costa pegándose con la defensa rival, se lo conoce al dedillo. «Ha vuelto muy tranquilo y centrado, entrenando a tope desde el primer día. Ahora asume labores de liderazgo en el equipo, volcándose con los más jóvenes», cuentan en el vestuario, donde le han hecho unas cuantas bromas con la estrella de campeón del mundo que se ha traído de Rusia. Con Deschamps fue titular en los siete partidos de Francia, colaborando en el título con cuatro goles pero, sobre todo, poniendo el ritmo a los suyos. Algo así como lo que viene haciendo en el Atlético desde que llegó en 2014. Por eso, y porque está como loco por cobrarse una pequeña revancha frente al Madrid tras la final de Champions de Milán, es raro que no esté de inicio.
Fuente: el mundo.es