El pasado martes cerca de la una de la mañana, Zinedine Zidane mordisqueaba un bocadillo en la primera fila del autobús del equipo. En el parking del estadio del Borussia Dortmund toda la expedición esperaba a Luka Modric, atascado en el control antidoping. El entrenador francés cenaba algo ante la pantalla del ordenador, repasando la victoria. Es su primer visionado en caliente, antes de volver a ver el partido hasta tres y cuatro veces en los días posteriores. Sus ayudantes le tienen siempre preparado un resumen rápido para, ya en el mismo viaje de vuelta, echar un primer vistazo.
En Alemania, comentaba las imágenes con su asistente, David Bettoni. Cumple sus rutinas el técnico del Real Madrid, pocas, sin manías, pero exigente. A punto de cumplir 100 partidos en el banquillo (este domingo ante el Espanyol hace 99), la estructura del club se ha amoldado con facilidad al entrenador más exitoso de su historia moderna. De la logística, sólo pide hoteles cómodos y cercanos a los campos. Y personalmente, no recuerdan en el Bernabéu la última vez que solicitó entradas (nunca de palco) para algún compromiso. Sus normas ya se conocen y respetan, sin extravagancias. En Valdebebas, donde han visto de todo, se aplaude el método Zidane por sus maneras templadas. Liderazgo alejado de las estridencias.
«No, no. Bastante trabajo tengo aquí», respondió el sábado, casi colorado por la timidez, cuando le preguntaron por el acto de su renovación nunca realizado. Lleva meses descartado, desde que firmó la prolongación de su contrato hasta 2020. Ya entonces comunicó al club que prefería evitar los fastos de protocolo habitual. «A mí ya me presentaron en su momento», dice cuando le recuerdan que falta él por pasar por el palco de honor en la lista de renovaciones que está llevando a cabo el Madrid en las últimas semanas, todas con su visto bueno. Los jugadores (sus entornos en algunos casos) sí vieron con buenos ojos pasar por la pasarela, cuando el club les sondeó. Zidane no, sin debate.
Renovación por la vía rápida
Fue más tajante en esto que a la hora de acordar los puntos de su nuevo contrato. La negociación duró apenas un suspiro, sin las reclamaciones económicas que los técnicos de elite ahora gastan. Ni preguntó por los multimillonarios sueldos de Mourinho, Guardiola, Simeone o Conte. «Me centro en el día a día. Aquí hay que ganar», repite siempre cuando le hablan de futuro, en guardia por la crudeza de su cargo.
El Madrid, sus hijos, el yoga, la vida discreta en la capital… El ZZ centenario afronta su tercera temporada con el reto de mantener el control y el respeto de la plantilla, con la que mantiene el buen feeling repartiendo minutos en el campo y evitando cualquier tipo de conflicto. Defiende al jugador, en todas las circunstancias. Lo hizo con Gareth Bale, con molestias musculares aún y permiso para viajar con su selección el lunes. Lo más probable es que no esté en la convocatoria para buscar, con muchas bajas también en defensa (Carvajal KO por un virus que le afectó al pericardio), la primera victoria liguera en casa. Antes, por la mañana, el club tiene la Asamblea anual, donde se brindará por los trofeos conseguidos y los ingresos récord de 674,6 millones de euros, un aumento del 8,8%.
Fuente: elmundo.es