El jueves, la selección francesa no aprovechó la recepción a Israel (0-0) en la Liga de las Naciones para arreglar las cosas con su público. Los Blues volvieron a ofrecer un espectáculo muy pobre sobre el césped del Stade de France.
«Ha sido duro», admite Ludovic Obraniak en las columnas de L’Equipe.
«Salimos de este partido exhaustos porque siempre tenemos esperanzas con estos jugadores que juegan en grandes clubes. Esperamos algo brillante, pero no vemos sólo apresura. No hay combinación, no hay asociación, sólo actuamos individualmente.
“Sin embargo, cuando ves nuestros dos extremos, te dices que existe la posibilidad de desestabilizar al equipo de Israel con Koundé-Olise de un lado y Hernández-Barcola del otro”, prosigue.
«El equipo juega con el freno de mano. No entiendo por qué somos monorrítmicos, indiferentes, legibles», juzgó el polaco.
Como resultado, todos se aburren…